Título original: Les souvenirs
Autor: David Foenkinos
Traducción: Isabel González-Gallarza
Editorial: Seix Barral Formentor
Año de publicación: 2011
Año de edición :2012
Número de páginas:288
Genero: Ficción, Novela, Romance, Contemporánea, Cultura, Familia
“Mi infancia es una caja llena de nuestros recuerdos. ”
Nietzsche afirmó que el olvido es un signo de salud, afirmando que ‟es posible vivir casi sin recuerdos, incluso vivir felizmente, como muestra el animal: pero sin olvidar es absolutamente imposible vivir en absoluto” pero también afirmó en su libro La genealogía de la moral, que el olvido es una capacidad activa, vital para ‟gobernar, anticipar, planificar con anticipación” una capacidad cuya función se puede comparar con la de un conserje ‟preservar el orden mental, la calma, y el decoro” y repite que el olvido es un signo de salud robusta. El antídoto para combatir una sobredosis de lo histórico es tener fuerza para olvidar y encerrarse en un horizonte limitado.
Ya dispuesto a leer este libro Los recuerdos del escritor francés David Foenkinos, reconocido con algunos de los premios literarios más importantes de sus país, es una invitación episódica de un individuo que se construye así mismo sobre los gajos que le proporciona los recuerdos a través de su vida. Los recuerdos le generan en cada momento de la vida eventos, que podríamos decir, que le son hasta genéticos, porque se repiten de padre a hijo, pero estos recuerdos le son una respuesta del por qué le son tan común a si mismo.
Mientras que el protagonista del libro El idioma de los recuerdos de Antonio Gómez Rufo evoca un pasado, que de algún modo le sirve de vehículo para construir el presente de los hechos que le arrastran, le son recuerdos de culpabilidad: ‟No me inquieta ese recuerdo, no, en cambio, lo que pienso ahora es que la noche debería estar prohibida. Que la sociedad debería estar prohibida. En consecuencia, que la noche pasada en soledad no debería existir. Es aterradora, si. Le tengo miedo.” Mientras que en el protagonista del libro Recuerdos durmientes de Patrick Modiano busca en el olvido hilvanar sus errores que le llegan a través de sus recuerdos, los cuales culpa a la fuga “En cada página me decía: si pudiéramos volver a vivir, a las mismas horas, en los mismos sitios y en las mismas circunstancias lo que ya habíamos vivido, pero vivirlo mucho mejor que la primera vez, sin las equivocaciones, los tropiezos y los tiempos muertos..., sería como pasar a limpio un manuscrito lleno de tachaduras... ”
Los recuerdos es la vida de una narrador solitario y desilusionado, que trabaja como vigilante nocturno en un hotel pero sueña con ser escritor. Nos cuenta su aburrida vida diaria, la cual se ve sacudida por la muerte de su abuelo, su abuela es colocada en contra de su voluntad en una residencia de ancianos Poco después de su admisión, huyó, y el joven decidió ir en busca de ella. Y ahí es cuando la novela realmente comienza. Nos sumergimos en los recuerdos de la familia, pero no solo: también se evoca a personas cruzadas en restaurantes o en la calle, que recuerdan a personajes famosos que, en un momento u otro, han contado en la vida de la familia. En esta novela evoca la vejez, la muerte. Pero, también nos hace reír y burlarnos de las situaciones más delicadas.
El primer capitulo es un homenaje al abuelo asunte, aquel sobreviviente de la guerra y herido por un fragmento de granada. Aquel que al caer en la bañera que más luego degeneró en problemas físicos. Pero hubo algo que no pudo hacer quien narra, decirle: “Quería decirle que lo quería, pero no fui capaz.” Pero, ahora esta muerto.
Tiene mucho del recuerdo del escritor japonés Yasunari Kawabata, quien a temprana edad quedo sin padres, ambos muerto por la tuberculosis. Su único refugio fueron sus abuelos, aunque su abuela no le dura mucha, pero de quien tiene mayores recuerdos es de su abuelo. “Vivieron ocho años juntos. Cuando tuvo edad para comprender la tragedia familiar, su abuelo le dijo: «La muerte nos ha golpeado, y ello nos obliga a amar». Cuarenta y cinco años más tarde recordaría aún esta máxima, y esto es lo que contestó a una periodista danesa que le preguntaba por la obsesión por la muerte en su obra: «La muerte obliga a amar».”
Hay dos historias que son traídas por el recuerdo de quien narra, un primer caso es de Sonia Senerson, quien se vio sola con su hija, tras su esposo, un ruso que decidió abandonar a Francia para unirse a las trapas del Ejercito Rojo. No volvió a tener noticias de él. Al pasar los años, ella se hizo una gran bailarina, hasta cruzar las fronteras rusas, y decidir buscar a ver si estaba vivo o no su antiguo esposo, y logró encontrarlo, pero sentado en una silla de rueda y ciego, paralitico: “Había preferido desaparecer antes que volver a Francia y no poder ver nunca más a su mujer y a su hija. Sonia apoyó la cabeza en su hombro. Meses más tarde, consiguió de la administración soviética el permiso para llevárselo a Francia con ella. Una noche, él le dijo en voz baja: «Aún recuerdo tu rostro».” La otra historia es la del pintor Edgarrd Van Koon del cuadro de la vaca, un cuadro algo así de culto que tenia la abuela del narrador, y con motivo al cumpleaños de ella, el decidió llevarla a conocer al pintor, un tipo que odiaba los zapatos y ruido del timbre, ya por su edad perdido entre los 42 y 65 anos, pero tenían en su puerta a “Somos sus mayores admiradores». ”, aunque quedó sorprendido por esto, no sabia si era en serio o una burla. Esta visita hizo revivir nueva vez la pintura en el pintor “Habíamos sacado a ese hombre de su profunda soledad.” “Luego se levantó de pronto y fue a buscar una pequeña libreta en la que escribió: «Comprar un lienzo, pinceles y témperas». Reanudaría así su pasión de antaño. Empezaría una nueva serie de cuadros titulada «Vacas».”
Es un excelente texto que recompone la novela familiar, la cual esta conectada con los recuerdos, con la desaparición de los abuelos, el amor, el desamor. Un texto que le da anécdotas de vida diaria a su personaje, un pretexto para una meditación sobre el tiempo, los vínculos entre generaciones, de la importancia de preservar esos momentos vividos, de hasta qué puntos las acciones de nuestros padres se afinca en nuestro modo vivir, abuelos que mueren, una madre que se hace ausente, un padre que a media le esta presente, un modelo que se repite más luego en la vida del protagonista. El ultimo capitulo es como una fílmica que con pinza va tomando de los recuerdos.
“Siempre buscamos razones para la estrechez afectiva de nuestros padres. Siempre buscamos razones para la falta de amor que nos corroe por dentro. A veces sencillamente no hay nada que decir.”
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