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Los desa-ciertos del tiempo

En algún momento, hemos querido detener la manecilla del reloj, que impulsa nuestro camino al futuro invisible e incierto que nos queda frente a nuestros ojos. Nos hemos hechos miles de interrogantes, que quisiéramos que nuestro reloj, que lo cubre una sombra, que mide nuestro tiempo, que no es de nosotros, sino que tiraniza con nuestra voluntad, segmente los grandes enigmas que nos persigue como león hambriento, en ese momento segmentado de expresiones donde descansa la singularidad de un dilema que rehúye al sistemático servicio de un templo de deseos que en otras contestaciones yace la inventiva de un lenguaje medio articulado por la inventiva de imágenes que posibilitan la esperanza de ver nuestra conciencia en consonancia con el universo.

Ese reloj que se presume posado en nuestro interior, que tenemos y no tenemos, que suprime nuestras prematuras alternativas a un universo donde lo pretencioso del ludismo a larga la data hibrida de nuestros cuestionamientos, nos hace ver detenido en medio de los carriles con un tren que se aproxima con sus sonoras amenazas descargando sus sentenciosos juicios muy sensibles a los rasgos sencillos de lo que si es dueño de nuestro dramático estar. Apelaremos a Dalí en su des-quebramiento del tiempo, a rastrear el deseo entronizado que respira libertad, a la constante desconstrucción, a una cosmovisión de tal densidad evocativa que ponga a un lado la fe que separe lo sujeto y objetivo de nuestras ideas pre-fabricada.

Esa manecilla es un idea metódica, que solo se ejecuta bajo la correspondencia de una conciencia que sirve de almohadón al descansado y vago determinismo que nos creemos. ¿A qué mas podríamos aspirar para derribar la sed constataría de nuestros dilemas que se esconde detrás del muro imaginario que nos hemos creado? La búsqueda que a diario nos proponemos en este inarmónico mundo, donde el fracaso de otro es el ejemplo de una posibilidad a la sonoridad del tren que viene a nosotros, es una respuesta que contacta la propiedad de lo que queremos ser, en un ser que no es, pero que si es en un mundo des-ubicado en lo significante, en la finitud de forma, de metáfora, símbolos, donde muchos halan lo divino, para imaginar la imposibilidad del hombre ante la posibilidad de Dios.

Hay cierta timidez en el hombre de hacerle frente al reloj y su manecilla que en detrimentos de nuestros sueños, se hace enérgico en querernos demostrar la imposibilidad y falta de fuerza para derribar la plasticidad simbólica que subyace en él mismo. Nuestro viaje por el carril, donde la sonoridad que se aproxima debe estar concretizada en esta vida humana en un solo instante único, y ese instante que creemos incomprensible debe ir cargado en la fe que tu puedas crear sin limites.

Vamos, sed parte, y derriba la manecilla que te atormenta.

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