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El paraíso perdido IV

Después de sumergirme en varias entregas sobre la obra de John Milton, El paraíso perdido, cabe destacar que son muchas las cosas que podríamos decir al respecto. Independientemente de la estructura ideológica del poema, donde a veces los lectores visionan un mundo inaccesible y paradójico, donde el ludismo épico transforman una nueva percepción originaria, donde las palabras conjugada en un relato, nos muestra una vez más la aproximación imaginaria que podríamos tener de ese origen vetado a la modernidad. John Milton no hizo más que plasma, las llamadas musas que eran su fuente de inspiración, con el fin de hacernos una nueva propuesta.

El paraíso perdido es un libro que deslinda la infinitud, un libro que transita los caminos que siguieron y siguen hoy día algunos libros, como la Odisea o la Divina Comedia. Cada lectura que hacemos de este libro nos muestra al mundo como una fábrica de voluntad, como declararía Samuel Johnson: “Nadie deseo nunca que fuera más extenso. Su lectura es menos un placer que un deber. Leemos a Milton para nuestra edificación, nos retiramos abrumados y buscamos entretenimiento en otro lado. Desertamos del maestro y buscamos amigos”. No quedando atrás Harold Bloom: “deberíamos leer el Paraíso pedido como esplendorosa ciencia-ficción”

La fuerza motriz del escritor asienta al descubierto el talento claro, su imaginación, su inacabado accesorio para crear grandes obras que venga a poner en evidencia la diversidad, el carácter sublime que desbordan los limites creativos. Nos enfrentamos a un lirismo esplendoroso, donde la sensación domina nuestra atención, que sin importar las fluctuaciones que nos golpean externamente, podemos ver, rivalizar, asumir, destrozar, pero nunca dejar de abrazar la propuesta apasiona a Milton.

El poema genera desde un principio, la amplitud implícita de su elocuencia, rica en imagines. Esta paridad magnifica la intima a validar la lógica y entusiasmo con el cual se predispone el autor. Es un heredero de una edad poética, precursor de una edad austera, es capaz de abrazar una causa que quiebre lo tradicional, y es lo que logra con el lector que no pueda menos que recaer sobre objetivo cargado de valor simbólico y relacionados con un eje común, que es su pórtico a la épica.

" La potestad suprema le arrojó de cabeza, envuelto en llamas, desde la bóveda etérea, repugnante y ardiendo, cayó en el abismo sin fondo de la perdición, para permanecer allí cargado de cadenas de diamante, en el fuego que castiga; él, que había osado desafiar las armas del todopoderoso, permaneció tendido y revolcándose en el abismo ardiente, juntamente con su banda infernal, nueve veces el espacio de tiempo que miden el día y la noche entre los mortales, conservando, empero, su inmortalidad. Su sentencia, sin embargo, le tenía reservado mayor despecho, porque el doble pensamiento de la felicidad perdida y de un dolor perpetuo le atormentaba sin tregua. Pasea en torno suyo sus ojos funestos, en que se pintan la consternación y un inmenso dolor, juntamente con su arraigado orgullo y su odio inquebrantable. De una sola ojeada y atravesando con su mirada un espacio tan lejano como es dado a la penetración de los ángeles, vio aquel lugar triste, devastado y sombrío; aquel antro horrible y cercado, que ardía por todos lados como un gran horno. Aquellas llamas no despedían luz alguna; pero las tinieblas visibles servían tan sólo para descubrir cuadros de horror, regiones de pesares, oscuridad dolorosa, en donde la paz y el reposo no pueden habitar jamás, en donde no penetra ni aun la esperanza. "

El resto está en tus manos, muestra tu guapeza, cobarde y léela.

Hasta la vista baby

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