La cuestión teológica relativa al ser de Dios repercute en el ser de Dios. Esto significa , sin embargo , que el ser de Dios que es el sujeto de la investigación teológica antecede a la cuestión. El predicado debe tomarse estrictamente. El ser de Dios antecede a la investigación teológica sobre este ser; de ninguna manera, es presupuesto por esta investigación. Todo cuestionamiento realmente radical deja a un lado las presuposiciones humanas. Ademas, cuando has sido afirmado (y por ende pensado y expuesto a cuestionamiento) que el ser de Dios era la proposición del pensamiento ( y por ende del cuestionamiento), ya hay aquí siempre un cuestionamiento ( y un pensamiento y una afirmación) que se ve obligado a desatender esta proposición humana. El ser de Dios como objeto de cuestionamiento teológico no puede ser una proposición así. Hasta tal punto este ser antecede a todo cuestionamiento teórico que en su curso aclara el camino para el cuestionamiento y antes que todo lleva el cuestionamiento por la senda del pensamiento. Por esta senda, la cuestión repercute en el ser de Dios.
El ser de Dios tiene de ese modo un carácter precedente. El sendero en el cual la cuestión concerniente al ser de Dios es presentado por Dios mismo, no es un sendero común. El reclamo de que ser de Dios antecede ( al cuestionamiento humano) nos parece una cosa extraña. Esta extrañeza no puede ser diluida al describir la manera de hablar de que nos hemos provisto como si fuera antropomórfica o mitológica. Por tanto nada podría ser explicado y el problema ser haría algo inocuo.
El encuentro entre Dios y el hombre que debe su origen al movimiento del ser de Dios es primero y por encima de todo, el encuentro entre el Dios que elige y el hombre que es elegido que se cumple en Jesucristo. De ese modo, la existencia del hombre Jesús nos confronta con el problema hermenéutico, tanto con respecto a la compresión del yo y del mundo.
El ser de Dios tiene de ese modo un carácter precedente. El sendero en el cual la cuestión concerniente al ser de Dios es presentado por Dios mismo, no es un sendero común. El reclamo de que ser de Dios antecede ( al cuestionamiento humano) nos parece una cosa extraña. Esta extrañeza no puede ser diluida al describir la manera de hablar de que nos hemos provisto como si fuera antropomórfica o mitológica. Por tanto nada podría ser explicado y el problema ser haría algo inocuo.
El encuentro entre Dios y el hombre que debe su origen al movimiento del ser de Dios es primero y por encima de todo, el encuentro entre el Dios que elige y el hombre que es elegido que se cumple en Jesucristo. De ese modo, la existencia del hombre Jesús nos confronta con el problema hermenéutico, tanto con respecto a la compresión del yo y del mundo.
Comentarios