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No bebáis agua, bebed cerveza

Nada más saludable que un buen vaso de agua, y claro, cuando uno más lo necesita, sobre todo en esos momentos donde choca el ardiente sol y donde muy difícil es evitarlo en países del trópico, donde unas cuantas tijeretas de piernas, ya los gotones es un claro símbolo de impresionismo que demanda agua bien fresca.

Con motivo a estos meses, y claro, dando unas lecturas a la izquierda me encontré con el Santo de la Cerveza, mejor conocido como San Arnoldo de Metz. Arnoldo de Metz nació en una prominente familia austriaca en el año 580. Que más decir, tenía detrás a los austriacos que eran famosos por su amor a la cerveza y eran grandes productores de esta. Si hablamos de tradición austriacas tenemos que decir que su orgullo nacional es la cerveza. Con apenas 32 años le dieron un pequeño obispado en el año 612 fue nombrado Obispo de Metz (Francia).

Una de las tantas ingeniosidades que realiza el hombre en sus ínfimos minutos por la vida, es decirle que le conviene o no al otro, el ser abogado y juez de la víctima, y de esta no escapa el “Santo” que se pasó toda su vida advirtiendo a los campesinos franceses a que no consumieran agua, por el peligro que traía consigo la ingesta de esta. Claro, no es que decía mentira, pero era una realidad la contaminación de la misma, por los peligros al consumirla. Se pasó toda una vida anunciando los beneficios de beber cerveza, que era totalmente segura y saludable:

“Del sudor del hombre y por el amor de Dios la cerveza llegó al mundo”

Tremenda la frase, cuantos seguidores estaría dándole el respaldo a este “santo” hoy día, donde su famosa frase: “No bebáis agua, bebed cerveza” es el símbolo que promueve su comarca. Las gentes lo amaban, pues tenía su respaldo a la ingesta de cerveza. Fue tan grande la influencia del santo, que llevó a un extremo los poderes de la cerveza que durante una epidemia que asolaba puso un crucifijo sobre un barril de cerveza, obligando a los habitantes a que bebieran únicamente el contenido de lo que denominó cuba “milagrosa”.

Antes de ocurrir su muerte en 640, este decide retirarse en el 627 a un monasterio cerca de Remiremomt. Al producirse su muerte, pobladores de Metz reclaman el traslado de su cuerpo. Logrando este fin, el trayecto hacia Metz, ante el ardiente sol y sofocante calor, mientras la procesión pasaba por Champignuelles, ingresan a una cantina a pedir su bebida mágica –La Cerveza- , la mala noticia que recibieron fue que solo quedaba un mug o taza de esta, por lo cual se vieron en la necesidad de compartir. Eso dicen, dicen, las anécdotas que de ese solo mug bebieron todo y que alcanzó para todos. Las bodas de Caná, la multiplicación de los peses. Ahí está la gente buscando un símil.

Ahora una pregunta, si viviéramos hoy día un estado de vida cuasi igual a los tiempos del “Santo”, ¿Cuál sería tu decisión? La del común ya se cual será sus respuestas, pero la de otros grupos que atacan el consumo de esta, cuál sería.

A correr fanático

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