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Un disfraz equivocado

Nadie nació tantas veces como Fernando Pessoa: en Lisboa el 13 de junio de 1888, en abril de 1889 de nuevo en Lisboa y en Tavira el 15 de octubre de 1890, entre otras. 
Fernando Pessoa nació cuantas veces quiso, ventrílocuo de sí mismo, empeñado en dar no solo voz sino vida completa (por más que para él poca vida había fuera de la escritura) a todas las voces que le habitaban. 
Quiso llevar cada matiz, cada contradicción de su alma, hasta el extremo, y para ello creó su interna multitud, su hermandad de heterónimos. Escribió los poemas de todos ellos, publicó solo cuatro libros en vida y unos cuantos poemas en revistas, y amontonó todo lo demás en un baúl que se haría famoso; un baúl lleno de gente, según expresión feliz de Antonio Tabucchi. 
Otros poetas modernistas, dice Robert Hass, como Yeats, Pound o Eliot inventaron «máscaras a través de las cuales hablaban ocasionalmente... Pessoa inventó poetas enteros».
OTRA LEY, UN DESTINO
Nadie nació tantas veces como Fernando Pessoa: en Lisboa el 13 de junio de 1888, en abril de 1889 de nuevo en Lisboa, en Oporto en 1887, y en Tavira el 15 de octubre de 1890. Entre otras. Fernando Pessoa nació cuantas veces quiso, ventrílocuo de sí mismo, empeñado en dar no solo voz, sino vida completa (por más que para él poca vida había fuera de la escritura) a todas las voces que le habitaban. Quiso llevar cada matiz, cada contradicción de su alma, hasta el extremo, y para ello creó su interna multitud, su hermandad de heterónimos. Escribió los poemas de todos ellos, publicó solo cuatro libros en vida (uno en portugués y tres en inglés) y unos cuantos poemas en revistas, y amontonó todo lo demás en un baúl que se haría famoso, un baúl lleno de gente, según expresión feliz de Antonio Tabucchi. Otros poetas modernistas, dice Robert Hass, como Yeats, Pound o Eliot, inventaron «máscaras a través de las cuales hablaban ocasionalmente... Pessoa inventó poetas enteros». 
Pessoa hizo escribir a uno de sus heterónimos, Alberto Caeiro: «Si después de que yo muera quieren escribir mi biografía, / no hay nada más sencillo. / Hay solo dos fechas; la de mi nacimiento y la de mi muerte. / Entre una y otra, todos los días son míos». Ese «míos» encerraba, sin embargo, un desdoblamiento multitudinario. La vida verdadera de Fernando Pessoa fue de tinta y papel. La del ciudadano la contó su amigo João Gaspar Simões en su voluminosa Vida y obra de Fernando  Pessoa, que, como se ve, tuvo que recurrir a la obra para encontrar algo de vida. 
El lector curioso querrá, sin embargo, algunos datos. Nació Fernando Pessoa en Lisboa, como hemos dicho, el 13 de junio de 1888. Tenía cinco años cuando su padre murió de tuberculosis y ocho cuando su madre se volvió a casar con el cónsul de Portugal en Durban. Allá en Suráfrica se crio Pessoa, donde recibió lo que los libros llaman «una educación inglesa». Volvió a Lisboa en 1905, donde se instaló primero junto a su abuela y dos tías. Dos años después murió la abuela dejándole una pequeña herencia con la que montó una tipografía que no tardaría en quebrar. A partir de entonces se dedica a la traducción de cartas comerciales, oficio que desempeñará ya durante el resto de su vida. Murió el 29 de noviembre de 1935 en un hospital lisboeta, probablemente debido a una cirrosis, a los cuarenta y siete años de edad. Su última frase la escribió en un papel ese mismo día, en inglés: «I know not what  tomorrow will bring». 
Si bien la fama de Pessoa es esencialmente póstuma, participó con interés en los debates literarios de su época. En 1915 formó parte del grupo que lanzó la revista Orpheu, que introdujo el modernismo en Portugal y cuyo segundo y último número dirigió junto a Mário de Sá-Carneiro. En esa revista Pessoa publicó poemas con su nombre y el de Álvaro de Campos. En 1924 editó la revista Athena junto al artista Ruy Vaz, fijando en ella su proyecto heteronímico, y publicando poemas de Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos y Fernando Pessoa.
Pero la vida verdadera de Pessoa no tuvo sangre, sino tinta. Escribe en el poema «Navegar es necesario»: «Vivir no es necesario; lo que es necesario es crear». El primero de sus heterónimos, según el propio Pessoa cuenta en una carta a Adolfo Casais Monteiro, nació cuando el poeta aún tenía once años. Su nombre: Chevalier de Pas. En 1899, durante sus años de estudiante en Durban, crea a Alexander Search, a quien utiliza para enviarse cartas a sí mismo. ¿Cuántos heterónimos llegó a crear Pessoa? Los estudiosos que han buceado en su baúl discrepan: el primer inventario, de Teresa Rita Lopes, contó 18; el último, de José Paulo Cavalcanti Filho, 127. No todos, naturalmente, tuvieron el mismo desarrollo ni el mismo interés.

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