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Napoleon. Stendhal


«Se trata, en efecto, del hombre más grande aparecido en el mundo desde César.»

Por lo general, ese ser atrincherado al triangulo de una esquina, busca en la imaginación un refugio en lo sensible, pero siempre con la esperanza de que lo sensible pueda disipar algún aliento de proposiciones que socaven las mas estériles ideas del imaginario milagroso del ser que satisfaga la devorada hambre de ilusiones de un héroe que siempre la historia, y mas que la historia, en palabras de Stendhal: Napoleón viene a ser su Dios, su héroe.  Napoleón fue una suerte de Mesías.

Con este escrito dividido entre dos deseos inconclusos, no por no haberle dado el final a un andamiaje de cotidianas percepciones de la realidad que vivió Stendhal, sino más bien por ese ilusorio deseo de apuntalar de manera demostrativa que ese héroe era mas de lo que una de esas meticulosas mentes del momento detractaba o ensalzaban a Napoleón. Ambos proyectos salen a la luz tiempo después de su muerte, se podría decir que eran proyectos problematizados por las perturbaciones que se limitaba solo a reunir, resumir, a poner a punto los materiales de una historia.

La vida de Napoleón escrita por Stendhal derriba en el ensayo de dos escritos sucesivos, uno que se ubica en Milán 1817-1818 bajo el nombre Vida de Napoleón, y un segundo en Paris 1836-1837 como Memorias sobre Napoleón.  El primero es un recurso de una autentica prueba de su apego de preservar su independencia de pensamiento con respecto a Napoleón, viéndolo desde el punto de vista de los acontecimientos políticos del momento, centrándose en sus hazañas militares y en su experiencia como combatiente en las guerras napoleónicas.  Mientras que el segundo, la exposición que sigue, le exige un redactario mas consciente al estilo del redactario de otros escritores del pre-Stendhal, y desengañado por la mala concepción de libertad que tenia Francia, la cual había olvidado, aunque haya volcado su parecer con respecto al personaje hasta afirmar que aborrece al tirano, pero adora poéticamente su grandeza. 

Estos dos ensayos que Stendhal dedicó al Emperador se unen en un testimonio que suma, sin duda, a la gloria de Stendhal y en el que sus admiradores podrán reconocer las más raras y ricas cualidades de este genio de la Literatura.

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